En las etapas tempranas de la vida, como ya vimos en otros artículos, se forja la base de la estructura de nuestra personalidad adulta. Como mamás, que acompañamos a nuestros hijos en su desarrollo, será indispensable conocer los principales hitos y necesidades de estas etapas de vida para poder atenderlas con el máximo de comprensión, amor y presencia del que seamos capaces. Algo importante a tener en cuenta es que, no es en la etapa llamada genital donde empieza su sexualidad, sino que la sexualidad es inherente al ser humano. Es decir, no aparece de repente, se va desarrollando a lo largo de su crecimiento desde la concepción.
Desde este punto de vista, podemos diferenciar 4 etapas en el desarrollo de los niños:
- del nacimiento a 18 meses
- de 18 meses a 3 años
- de 3 a 6 años
- de 6 a 12 años
Descubriendo a través de los Sentidos- del nacimiento a 18 meses
Para muchos, la vida se inicia incluso antes del nacimiento. De ahí, la importancia de cómo la madre viva su embarazo y la forma en que el bebé entre a la vida. Necesita sentir que es deseado y querido. Si se siente seguro, su sistema nervioso permanecerá relajado y conectado con la oxitocina.
En esta primera etapa desarrolla una alta sensibilidad a los sentidos primarios: vista, oído, tacto, olfato. Debemos estar muy cerca, para que pueda vernos con su vista que aún está en desarrollo, escuchar nuestros latidos que recuerda de su vida intrauterina, sentir el contacto piel con piel, y estimular su olfato con las feromonas que exhala el cuerpo materno. Así el bebé se siente en un entorno seguro, confiable, para relajar el estado de alerta ante un nuevo mundo desconocido y favorecer la generación de las múltiples conexiones neuronales óptimas de esta etapa del desarrollo, que establecerán una base firme para la evolución de las próximas.
La zona erógena de esta etapa, junto con las que responden a los cuatro sentidos mencionados anteriormente, es la de la boca. El instinto de succión, relacionado con el sentido del gusto, permite que pueda ingerir el alimento que le brindará su supervivencia: la leche materna o como sustituto, la leche de fórmula. Pero también, percibe el entorno a través de la exploración oral de los objetos que le rodean. Debemos propiciar elementos para su libre exploración, que sean seguros para ser succionados, por su tamaño y forma, y de diferentes materiales aptos, como madera, tela, plástico sin DPA, metal, minerales, etc.
Cuando sus dientes aparezcan, seguramente el bebé necesitará morder. Estas mordidas no deben ser censuradas. Es importante comprender que no se trata de una agresión voluntaria, sino un recurso natural y sano, adaptativo, no controlable en esta etapa. Debemos aprender, los adultos que estamos maternando, a no castrar estas pulsiones, y si a reconducirlas, siempre desde una actitud de comprensión, amor y aceptación de sus necesidades.
“Yo puedo solit@” -18 meses a 3 años
A estas alturas de su desarrollo, generalmente los niños se desplazan por sí mismos y se comunican a través de un lenguaje precario. Empiezan a conectar con lo que les rodea, más allá de su mamá, comprendiendo que los demás existen a parte de ellos. Es por ello que, hasta aproximadamente los 2 años, cuando un niño muerde a otro, no puede comprender que le duela al otro niño porque él no siente dolor, más bien siente placer. Llegan a la madurez emocional y cognitiva cuando desarrollan la capacidad de comprender que las demás personas tienen sentimientos y vivencias distintas a las propias.
La zona erógena reside en sus esfínteres. Comienzan a comprender que aquello que moja y mancha sus pañales, que ya les venía incomodando, es producido por ellos mismos. Este es un hito importante, y se relaciona con la regulación de la musculatura de los esfínteres.
¿Cómo acompañarlos en esta etapa? Debemos respetar su ritmo, sin apurar ni forzar el hecho de dejar los pañales, ya que puede afectar el desarrollo de su autoestima y su capacidad de autonomía. Celebrar cada logro, como la etapa en que se da cuenta que ha mojado el pañal, pero todavía no retiene. Ser paciente con sus tiempos, y confiar en que ese momento llegará.
Saliendo al Mundo – 3 a 6 años
En esta etapa experimentan un deseo genuino de conocer el exterior, ampliar el círculo que los rodea, compararse e identificarse con otros.
La zona erógena es la genital. A medida que dejan los pañales, sus genitales quedan más expuestos a su mirada y a su contacto, y aparece la pulsión de contactar con ellos.
Esta etapa, como todas las otras, requiere de nuestra presencia y comprensión, con los límites convenientes (cómo, dónde, cuándo, con quién), atendiendo a su intimidad y respeto. Para poder acompañarlos adecuadamente, y no enojarnos, gritarles, o prohibirles que se toquen, censurando esa necesidad natural, sin avergonzarlos ni avergonzarnos, es de suma importancia reflexionar acerca de nuestra propia vivencia de esa etapa, la educación sexual que recibimos, qué nos enseñaron acerca del placer, de nuestro cuerpo, de la intimidad, el consentimiento, la afectividad, etc. para no repetir los patrones heredados y responder con más neutralidad y perspectiva.
Asimismo, en el descubrimiento de su cuerpo y de las diferencias, y su identificación en relación a los otros, aparecerán los cuestionamientos sobre género, cuáles existen o le mostramos como válidos, si hay roles específicos de cada género o no. Una vez más, la revisión de nuestras creencias y nuestra coherencia, puede hacer una gran diferencia en la salud sexual y emocional de nuestros hijos.
Su Identidad – 6 a 12 años
Esta etapa también es una etapa genital, pero madurativamente están más avanzados en términos de abstracción. Experimentan un deseo enfocado a lo mental, lo cognitivo y lo relacional, que forma parte de su sexualidad. En cuanto a la zona erógena, la energía corporal vuelve a desplazarse hacia lo cerebral , completando un ciclo de maduración.
La pertenencia al grupo de pares toma una dimensión importante en esta etapa. Los adultos tenemos que soltar el deseo de que siga siendo la criatura que buscaba siempre a mamá. Debemos aceptar ser prescindibles en algunos momentos, estar atentos a sus demandas de espacio, a sus preguntas complejas y sus cuestionamientos.
En esta etapa de afianzamiento de su carácter, alrededor de los 9 años, saben que ya no son unos niñitos, pero toman un impulso acelerado, queriendo quemar ciclos. En un impulso natural de la vida, de la energía sexual, que empuja hacia adelante. Pero todavía no son adolescentes, ni debemos tratarlo como tales. Necesitan, como siempre, nuestra mirada comprensiva y amorosa y unos límites firmes y seguros. Aunque se rebelen contra ellos, es la única manera en que, en un futuro, se puedan poner límites a sí mismos.
Estos cuestionamiento de nuestros valores éticos y morales se deben dar en un contexto de escucha y diálogo, que sentará las bases de una buena relación futura. Debemos cultivar el respeto, la empatía y la capacidad de conectar con su propia valía , sin usar para ello a otros (evitando así el bullying), para que puedan establecer vínculos sanos entre sus pares.