Las peleas entre hermanos son normales. El hecho de vivir estrechamente en un lugar tan íntimo como el hogar, hace que inevitablemente surjan roces, desacuerdos y luchas para lograr la atención de los padres o la posesión de ciertas cosas (como juguetes) o de cierta parte del territorio (como su habitación), o simplemente por aburrimiento o para probar nuestra reacción. Aunque sepamos que es normal, estas situaciones cotidianas nos superan y estresan, y a veces no tenemos claro cómo reaccionar, ni qué conviene hacer.
Lo primero que podemos hacer es cambiar nuestra mirada: no tomarlo como algo personal, un “problema familiar” que nos cause enojo, impotencia o angustia. A partir de esa emocionalidad, lo más probable es que reaccionemos con gritos y castigos, que no solo no resuelven el conflicto, sino que generan más tensión y malestar para todos. Si no podemos gestionar nuestras emociones, debemos autoexaminarnos, por nuestra cuenta, o con asistencia de un coach, para identificar modelos mentales o creencias que nos están limitando.
Todo puede cambiar si vemos las peleas entre hermanos como una oportunidad única de aprendizaje para nuestros hijos, en el marco de una relación temprana y natural como es la de hermanos, y nos proponemos ayudarles a desarrollar habilidades importantes: negociación, asertividad, resolución de problemas, empatía, respeto; que le sirvan ahora y para toda la vida, ya que siempre se van a encontrar en posiciones confrontadas.
Si uno o ambos niños pelean mucho, no debemos descartar que haya un grito de auxilio debajo de su comportamiento. Como todos los seres humanos, nuestros hijos buscan sentirse importantes, útiles, queridos, tenidos en cuenta, que pertenecen y que son únicos. Aunque para tí lo sean, recuerda que su comportamiento se basa en la creencia que ellos tengan, sea cierta o errónea, no en la “realidad”, por lo tanto debes chequear cómo tu hija o hijo lo siente.
A veces, sin darnos cuenta, tenemos actitudes que encienden la llama de la rivalidad entre nuestros hijos: al compararlos y/o etiquetarlos, o tomando partido a favor de uno de ellos. Como adultos nuestra responsabilidad es no avivar la llama de la rivalidad entre ellos, sino apagarla en la medida de lo posible. Para ello debemos separar el “ser” del niño, por el comportamiento o el “estar siendo” del momento. Por ejemplo, decir: “no estás compartiendo el juego, o respetando los turnos”, en vez de “eres un egoísta”.
Una clave es, en la medida de lo posible, no intervenir en sus conflictos y peleas. Mantenernos al margen para darles la oportunidad y la libertad de poder resolver sus propios problemas, ya que solo practicando aprenderán a hacerlo. Si no les damos ese lugar, siempre dependerán de los padres o un tercero, que resuelva por ellos, sin favorecer su autonomía. En muchos casos, el enfrentamiento, de un momento a otro, se disuelve, incluso se olvida rápidamente. Es muy importante el ejemplo que demos nosotras de diálogo y empatía, en las discusiones o desavenencias con nuestra pareja u otras personas. Ellos siempre nos están observando.
Obviamente, en el caso que la pelea pase a mayores, haya violencia física o verbal, debemos intervenir poniendo límites claros y firmes. No podemos dejarlos desatendidos frente a un abuso, aunque sea de parte de un hermano. Los niños deben sentirse seguros al lado de sus padres. Pero nuestra intervención no será en el rol de juez o fiscal acusador, no para dar una solución, arreglar sus diferencias, interrogar, encontrar un culpable o hacer un juicio de valor, sino como mediador, objetivo e imparcial, para desbloquear la comunicación entre ellos y ayudarles a que resuelvan sus conflictos de forma autónoma, en ese u otro momento.
Si el conflicto no se resuelve, podemos facilitar el inicio del diálogo de negociación entre los hermanos, siguiendo estos 5 pasos:
1.- Empieza reconociendo el enojo entre ellos: es importantísimo que noten que sus emociones y sentimientos son aceptados. Así pueden expresarse y validar lo que sienten. Esto contribuirá a que logren calmarse. Ejemplo: “Veo que están muy enojados”
2.- Escucha la opinión de cada uno y sintetiza: Les demuestra que los tenemos en cuenta y los respetamos. Recuerda que apuntamos a encontrar una solución y no culpables, todos tienen parte de responsabilidad. Ejemplo: “Entonces a tí te molesta que… y tú prefieres que…”
3.- Da tiempo para que las dos partes refuten: Cada uno tiene que poder expresar su punto de vista, por turnos y respetuosamente.
4.- Resume y reconoce la dificultad de resolver el problema: La resolución de conflictos es una habilidad a desarrollar, reconocerlo es un buen comienzo, y poner el foco adecuado sería por ejemplo “Así que a tú quieres… y tú también quieres…. Sí, es un problema difícil…”
5.- Expresa confianza en su habilidad para solucionarlo: Mostrarnos convencidas de sus capacidades y ponerlos en el mismo barco. Ejemplo: “Estoy segura que entre los dos podrán encontrar una solución” y, luego, nos apartarnos del lugar o nos podemos ir.
Tips extras
Relajarnos. Todos tenemos nuestros días, habrá veces que no le encuentren la vuelta, y optemos por cambiar de tema y desviar la atención a otra actividad u objeto.
No caer en la trampa de la igualdad. No podemos darles todo el tiempo exactamente lo mismo a ambos. Podemos reinterpretarla como igualdad de respuesta ante las necesidades particulares de cada hijo.
Darle un tiempo especial a solas a cada uno, en el que sientan nuestra atención exclusiva; y momentos de diversión en familia, para generar recuerdos compartidos y fortalecer el vínculo fraternal.