La relación entre madres e hijos se da de forma natural, en la cotidianeidad del hogar. No hay ninguna carrera que se deba cursar o examen que aprobar antes de traer un hijo al mundo. Podríamos decir entonces que no hay definida una forma correcta de ejercer este rol, ya que no hay estándares establecidos para evaluarnos. Además, cada hijo es único y las circunstancias son infinitas. Para algunas estas podrán ser buenas noticias, una prueba menos que pasar, pero para otras no tanto, ya que no saben qué hacer cuando encuentran dificultades en el camino de la maternidad.
Entonces, ¿se puede aprender a ser mamá?. Hay diversidad de opiniones y de oferta en el mercado sobre este tema. Si lo que pretendemos es considerarlo con apertura, y no buscar tener la razón, creo que la mejor forma es descubrirlo por nosotras mismas: buscar las herramientas que nos hagan sentido y lanzarnos a la aventura de conocernos más a nosotras mismas, experimentar formas de interpretar, conversar y relacionarnos con nuestros hijos, y luego de conocer e incorporar nuevas prácticas, entonces sí sacar nuestra propia conclusión, válida al menos para nosotras. Al fin de cuentas, aunque no podamos tener un ¨Certificado de mamá Nivel 3¨, si notamos que mejora el día a día en nuestra casa, en la familia, y fundamentalmente en nuestra vida, esa sería la prueba de que el aprendizaje dió sus frutos.
Algunos de los obstáculos con los que te puedes enfrentar antes de iniciar un proceso de aprendizaje o durante el mismo, llamados enemigos del aprendizaje en el ámbito del Coaching, son:
- La ceguera, no tener conciencia de que hay mucho por aprender para desempeñar el rol de mamá. Se denomina ceguera, porque el ciego ¨no sabe que no sabe¨, por eso no se dispone a aprender.
- El miedo a decir ¨no sé¨ pensando que por el hecho de haber tenido un hijo, mágicamente deberíamos haber adquirido la habilidad para responder a todas las situaciones relacionadas con él.
- La vergüenza, es el miedo al ridículo, que nos impide iniciar un proceso de aprendizaje, porque en un comienzo, nos costará cambiar la forma de hacer lo que estamos acostumbradas a hacer. Aunque nos cause sufrimiento la situación actual, pensamos que al menos es algo ya conocido, tendemos a seguir igual…¨yo no voy a poder¨ ¨siempre lo hice así¨
- La victimización, ponernos en el papel de víctimas, buscando los culpables de la situación en: el carácter de los hijos que tenemos, las ocupaciones que nos dejan poco tiempo, el padre, las juntas, el contexto o hasta el clima. Si ponemos la causa en factores externos, nos sacamos la responsabilidad de aprender: ¨no tengo tiempo para aprender¨ ¨con los míos no se puede, son terribles¨ Qué pasaría si, a pesar del ¨afuera¨, supieras cómo responder?
- El orgullo que nos impide pedir ayuda, porque pensamos que es reconocer que no somos independientes y autosuficientes, al necesitar de un instructor o un coach. Hasta podemos llegar a minimizar la situación para no admitir que no le encontramos la vuelta ¨no es un tema tan importante tampoco, cada uno hace lo que puede, sale como sale y listo¨
- La arrogancia, es cuando creemos que ya sabemos todo: ¨ya sé como es¨ ¨no hay nada nuevo, es más de lo que ya sé¨ Pensamos que por haber leído libros o por lo que nos contaron, ya tenemos toda la teoría y lo que falta es aplicarla, cuando en realidad nuestra falta de humildad nos impide reconocer oportunidades de mejora.
- La pereza de aprender algo nuevo, ya que implica un esfuerzo y preferimos quedarnos en la ¨cómoda incomodidad¨ de prácticas que no nos resultan pero sin las cuales, exigiría más de nosotras aprender nuevas.
- La impaciencia de producir resultados a largo plazo, duraderos y con bases sólidas, que nos lleva a buscar parches inmediatos, que suelen ser más entretenimientos momentáneos, más que emprender un proceso de aprendizaje.
- La desconfianza en el maestro y/o en nosotras como aprendices. Si al escuchar lo que el maestro nos trae, dentro de nuestra cabeza estamos refutando cada palabra, no sirve de nada: ¨que me va a enseñar esta persona?¨ ¨quién se cree que es¨ ¨incluso es más joven que yo…¨ Asimismo, si creemos que no podemos lograr lo que escuchamos del maestro, tampoco servirá.
- El enojo cuando no podemos entender lo que estamos aprendiendo, la razón de cierto ejercicio. Querer y creer tenerlo todo claro, todo el tiempo. En vez de enojarnos, podríamos verlo como un desafío y entusiasmarnos con descubrir eventualmente el ¨para qué¨.
Si algunas de estas emocionalidades son las que sientes tú, quiero que sepas que son obstáculos comunes a todos los procesos de aprendizaje en general y que, solo cuando los reconocemos y decidimos superarlos, es cuando seremos capaces de iniciar un camino de aprendizaje y transformación.
Recuerda que somos el primer modelo, el principal referente de nuestros hijos. No está todo dicho y hecho. Las madres y padres que logren la mejor versión de sí mismos, se constituirán en un modelo coherente que inspire y sepa guiar a sus hijos, consciente, responsable y amorosamente, hacia una vida con significado, que permita la configuración de un mundo más amoroso y humano.
Inspirandonos en las frases: «Caminante: no hay camino, se hace camino al andar» (Machado) y “El logro más espléndido de todos es la lucha constante por superarte a tí mismo y ser digno de tu propia aceptación.” (Waitley), te animo a que des el primer paso para convertirte en la mamá que quieres ser para tus hijos.